Nazareth, hoy
Hago el amor y pienso
en Nazareth Castellanos.
No la modelo
-que no lo es-
la neurobióloga.
Ella dice
parafraseando a Heidegger
que la mente habita en el cuerpo.
Aunque él no lo dijo así.
Ella es
la nueva línea de filósofos,
de filósofas,
que deja de pensar,
de sentir,
que el cuerpo es solo un carruaje
para transportar al cerebro.
Ella dice
parafraseando a Merleau-Ponty
que no se puede hacer el amor
sin el cuerpo. Obvio.
Pero cuando estamos desnudos
ante el Otro,
la otra,
el cuerpo sabe mucho más,
de lo que mente
pueda pretender saber.
Hoy le dicen
segundo cerebro
al intestino,
el corazón compite con la dura madre
por la primacía,
pero Nazareth sabe, que el útero
por ejemplo,
es también el primer cerebro.
Porque no hay primero
sin él.
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La respiración se intensifica.
Yo en el cuello de mi mujer,
exhala hacia arriba
como diciendo
Esto no cabe solo en mí.
Pero no lo dice,
solo su cuerpo.
Me siento de forma erguida y dejo que me chupe.
La arquitectura corporal define la experiencia humana.
No solo se siente rico,
sino que
dejarme chupar con postura segura
reescribe mis traumas de erección
de no saber recibir
de sentirme exhibido
de no sentirme merecedor
Y exhalo.
Exhalo para prolongar el momento.
El que la mente quiere controlar
y hasta lo dice en voz alta:
te toca, me toca, ahora al revés, ahora al derecho.
Y aunque no hay tiempo
para la exhalación lenta,
en su brevedad, en el infinito de lo efímero,
la respiración atenta,
la atenta respiración,
siempre trae
Claridad.
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Martin y Hannah lo hicieron.
Relación prohibida,
adúltera,
traición a su linaje,
a su partido.
Pero esas mentes radicales unieron sus cuerpos.
Al respirarle en la nuca,
el catedrático, el más grande de todos,
era ese animal respirador.
Y ahí, aunque inscrito en los libros de historia Social
era solo un animal Natural
y no había,
y no hay,
contradicción.
solo el cuerpo puede sostener las inacabables contradicciones de las mentes.
Su carruaje desdeñado,
fue el que convirtió a Martin y Hannah
en Heidegger y Arendt.
Pero nunca lo supieron.
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Biofenomenología.
Trofalaxis.
Interocepcion.
Palabras que la disruptora inventa o recontextualiza
para decir, aun con la mente, pero con el cuerpo,
aquello que no se puede decir aún,
en la ciencia.
Cuando a Derrida le preguntaron
qué le hubiera gustado saber más de los grandes filósofos de la Historia, dijo:
Más sobre su vida sexual.
Algo habrá sabido ya de biosofía, aunque la gente lo tache -o a mi- de
mujeriego,
calenturiento o
distraído.
Cómo filosofar a martillazos se preguntaba otro alemán,
con su carruaje avejentado que le moldeó su poderoso cerebro.
Filosofar haciendo el amor, ojalá practiquen los nuevos científico.
Que, como Nazareth, la de nuestro siglo, está ya harta de ciencia descarnada y de filosofía desencarnada.
Como aquel oriundo dijo hace tanto tiempo.
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¿Quién piensa estas palabras mientras está a punto del clímax?
la mente, el cuerpo, los corpúsculos que detectan calor, presión, humedad,
hormonas que huelen a vagina,
a saliva seca,
a completud.
Todo al mismo tiempo.
Heidegger diseñó una imagen mental
que ayuda a comprender
el encuentro con alguien.
Imaginaba,
que somos islas unidas por puentes.
El puente que une las dos islas
por tanto
parte de dos orillas.
Desde qué orillas se ha construido el puente
va a influir,
en el ir y venir
entre islas.
¿Qué parte de mi se ha unido a esta otra persona? ¿de hoy o de otro siglo y otra tierra? ¿Desde qué lugar de mi orilla he construido el puente a la tuya?
Aquí es donde el cuerpo
-con esta señal tan clara-
me repite lo que
la ciencia
y la filosofía
y la religión
dicen que están enseñando:
Reconozco al otro como parte de mí.
El cuerpo siempre ha sabido lo que la mente aún no se da cuenta.
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Mi relación con la escritora, con mis lectores,
siempre es una colisión de biologías y biografías
que no se terminan de decir.
El orgasmo
-cómo el mundo-
nos escapa.
Solo queda
respirar