Estoy muy lento
Me están pagando por escribir esto. $11,000 pesos mexicanos.
Es la primera vez que me pagan por adelantado por un escrito.
Viene del presupuesto de marketing de Hermanos Koumori. Tuve que buscarlo en Google porque no sabía cómo se escribía.
Ellos no me conocían, solo uno de los dueños que es familiar de un familiar. Por eso me contrataron. Y porque creen que escribo bien y que esto ayudará a su marca.
Yo también lo creo. O al menos eso espero, para que me vuelvan a contratar. $11,000 pesos no están mal. Los usaré para llevar a mi esposa a cenar al restaurante que sale en Chef´s Table. Ojalá lo valga.
Ojalá les guste esto que escribo.
O pensarán que soy un fraude.
Como cuando me cruzo con la güera de la coleta y los pants pegaditos en la pista. Ella no sabe que llevo meses corriendo arriba de los seis minutos por kilómetro. En vez de bajarle al tiempo, le subí. Me ve aquí todos los días, seguro cree que entreno para el maratón de la CDMX, pero no. He estado de flojo y no he pasado de los cinco kilómetros por corrida. Se me olvida cómo es que he corrido más de 20 de un solo tirón. Era otro yo.
Pero correr me mantiene honesto. Como escribir. Aunque siempre es fácil mentir. Porque no hay ninguna güera de la coleta. Solo lo dije para sonar más interesante y meterle un subtexto sexual al escrito. Para que el lector se imagine, o se acuerde, como siempre que corre, aunque lleve 20 vueltas o esté cerca del Vo2Max, su mirada queda fija en esos bultos delanteros y traseros que suben y bajan rítmicamente. ¿Será igual con las mujeres?
Sí, es verdad que los hombres pensamos mucho en sexo. Es instintivo. ¿Y cómo no hacerlo con esos leggings que ahora ya usan más allá de la corrida matutina? En el súper, en el café, en WeWork. En la junta de padres de la escuela.
Correr y honestidad van de la mano. Si posteas en tus redes la foto de tu reloj mostrando que corriste 10 km en 50 minutos con el amanecer de fondo, aunque sea para presumir, pues sí te levantaste a las 5:00 AM y sí corriste eso. Retocaste la foto tal vez, pero sigue siendo una foto de tu Garmin en el amanecer. Y es honesto a un nivel más allá, porque solo tú sabes cómo se sintió esa corrida. Solo tú sabes si fue pura bajada. O si -como me pasa con el APP que tengo para correr- el GPS no jaló bien y dice que corrí más rápido de lo que realmente lo hice.
Debería descargar otra app.
Pero ya llevo seis años con la misma y no quiero perder mi historial. Me pregunto si corro solo para marcarlo en la APP. Como con este texto, ¿me atrevería a tirarlo a la basura sin que nadie sepa lo chingón que escribo?
A todos nos pasa: nos vamos a ese viaje, o le compramos eso a nuestros hijos, para la foto que vamos a postear. Véanos. Que alguien sea testigo de nuestra vida.
Y hablo en la primera persona del plural porque trato de esconder que sigo teniendo una herida de reconocimiento. Esta herida que se asoma cada vez que puede, sobre todo cuando dejo mis pensamientos divagar al escribir y al correr. Que alguien me vea.
Me caen mejor los corredores a los que les vale madre el tiempo y la distancia, y les vale madre compartir su experiencia de haber corrido el maratón. Esos que corren por placer, los que corren porque saben que son hijos de dios y agradecen a dios por tener patas para correr y labios para sonreír. Esos que corren y escriben y viven para sí mismos sin necesidad de mostrarse. Los que no publican, los que no les restriegan a los demás sus heridas de reconocimiento.
Me caen mejor, aunque conozco pocos así. Una sola persona tal vez. Y no tiene redes. Y no voy a decir su nombre para que no se la crea y entonces ya tenga que cargar con esa expectativa.
No hay nada más cliché que correr el maratón para después contarlo. A todos los corredores nos da rechazo la historia del maratón del otro. ¿Ahora ya se siente filósofo y escritor? ¿ahora ya se siente el mesías porque dios se le reveló cuando cruzó la pared de los 32 km? Pero todos lo hacemos. Yo lo hago. Y me encanta cuando me preguntan cuándo fue mi maratón. Me encanta decir que lo corrí en abril del 2020 cuando cancelaron todos los maratones del mundo y lo corrí solo en un campo de golf. Ahora veo que estaba esperando esta oportunidad dorada para decirlo a miles de personas: Corrí el maratón solo. Digno de un filósofo.
Pero correr es mágico. Porque aunque encuentres las palabras precisas para decir lo que significa para ti, hay algo que no se termina de decir. Aunque describas el placer que te da recibir tus tenis nuevos y el aún más placer de desplazar los viejos con la suela hecha mierda pero que vas a dejar en el fondo del clóset porque ahí se albergan memorias increíbles, hay algo que no se termina de decir. Aunque describas ese ligero movimiento de la cabeza que hacemos entre corredores al cruzarnos, esa complicidad existencial, ese orgullo por pertenecer a la especie de homo correderus, aunque lo describas, hay algo que no termina de decirse.
Algo en tu cuerpo- este del homo sapiens sapiens- que necesita dejar el pensamiento, dejar las palabras y calzarse sus tenis, juntar esa goma con el firmamento, avanzar hacia adelante, respirar ese aire, sentir esa brisa, para que sientas la cosa más importante de todas: sentirte vivo. Sentirte viva.
Sin explicación. Sin destino.
L@s corredores somos en cierta forma escritores. Los escritores somos también corredores. No podemos esperar mucho tiempo antes de volver a salir en búsqueda de esa sensación sin palabras.
Aunque lo hagamos por pertenecer, por $11,000 pesos mexicanos, o por tener algunos likes, en ese instante, puro e indecible, nada falta.
Ahora deja de leer. Agarra tu pluma o ponte tus tenis o haz lo que sea que sea tu arte de vida. Y luego ven y cuéntanoslo. No será lo mismo cuando lo cuentes, pero no importa. Porque como decía Joseph Campbell, para salvar al mundo no necesitamos entender el sentido de la vida, solo más gente que se sienta viva.
P.D.
1. el ritmo de este texto tendría que sentirse como si fueran pensamientos que tengo y suelto mientras corro. Si no lo agarraste, necesitas leer más.
2. por favor dale like o share. No tanto para que me vuelvan a contratar, sino para ayudarme con mi herida de reconocimiento.