[Congreso] De prejuicios y cambio sistémico
[Este artículo habla del Panel que moderaré en el próximo Congreso Internacional de Lifestyle Medicine]
La busco en Instagram. Me dijo una conocida que es la directora regional de una gran empresa y que ganó quién sabe cuántos premios. Salió con Oso Trava hace poco. La busco primero en Google y no me sorprende que sea guapa. Me pregunto cuánto de su éxito ella u otros le atribuyen a ello, me pregunto si el mundo sabe que tiende a hacer más famosas y exitosas a aquellas personas que se parecen más al arquetipo de belleza vigente. Me pregunto también, qué clase de reduccionismo cargo yo al prejuzgar a una persona y atribuir su éxito a que es guapa, o a que tiene un apellido que suena de alcurnia. Me pregunto si algún día lo diré en voz alta.
Estoy organizando mi panel para el congreso de AMMEV de este año. La busco para ver si la uno al equipo de panelistas que estoy formando y aunque veo sus credenciales, veo que va a lucir en el roster de speakers, veo aún el potencial de que tal vez su empresa se interese en el movimiento de MEV y nos den algún patrocinio, pero lo que quiero hacer, como siempre trato de hacer en mis paneles, es ver su corazón. A veces Instagram y los títulos académicos y los logros empresariales o deportivos esconden heridas muy profundas de querer sobresalir, de querer lograr porque el reconocimiento nunca es suficiente y el éxito solo viene porque es una herida que tratamos de llenar. Atribuyo muchos de mis éxitos a haber querido llenar un vacío de insuficiencia.
En el panel, quiero hablar de la exclusión de las mujeres en el sistema de salud. Es una conversación pendiente y necesaria desde la perspectiva social y cultural. Pero también desde la perspectiva política, económica, científica y en este caso, la más sobresaliente, la perspectiva de salud. Porque no existe forma de re-tejer las redes de cuidado que queremos que fundamenten la salud en este movimiento, es decir, las redes del estilo de vida, si no resignificamos el papel de las mujeres. Y al igual que ponemos la nutrición, y el descanso y el movimiento en el centro, no podemos hacerlo sin poner a las mujeres en ese mismo lugar.
Hablar de este tema será una forma de denunciar ciertas prácticas de violencia y discriminación que nuestro sistema ha perpetuado, pero también, y esto es para mí aún más importante, irnos a revisar causas más profundas de estas exclusiones más allá de explicar todo desde una correcta pero limitada lectura de izquierda, al denunciar el patriarcado masculino misógino por el cual muchas de estas conversaciones se van y por eso muchas veces ahí mismo se terminan también.
Sí, hacer un espacio para la denuncia y la visibilización del abuso sistemático y de la exclusión sistémica, pero también mostrarnos a todos que estas causas están entretejidas en los sistemas económicos, políticos, culturales y científicos que han caracterizado el progreso de las sociedades tecnocientíficas de occidente desde hace siglos. La mayoría de las veces, la violencia está escondida en la normalidad. Y a veces esa normalidad es justamente La Ciencia a la que le damos la última palabra.
Por eso visibilizo mis propios prejuicios. Mis propias normalidades.
No para expiarme, sino para mostrarme que cualquier lectura que tenga de la realidad viene de una hipersubjetividad que tengo que cuestionar. Especialmente si me voy a atrever a hacer foros de discusión públicos.
Cuando hablé con otra posible panelista, alguien que sabe muchísimo de estos temas de exclusión de la mujer en los protocolos de investigación médicos, tenía yo también miedo del uso que ella pudiera hacer del escenario. Cuánto ella puede también hablar desde la denuncia y cuánto puede mostrar que se necesita trascender la idea de pensarnos en binarios, cromosomas xx y xy, para posibilitar realmente una salida de este embrollo. Tan pronto hablé con ella me di cuenta de que el reduccionista y el controlador era yo. Espejeando mis propios prejuicios y heridas de qué es lo que hago cuando estoy en el escenario, cuánto soy el que quiere atención y elogios, cuántas ganas tengo de tener la razón y la última palabra, y cuánto nunca he sentido en mi piel que el sistema me discrimine o piense menos de mí.
Fue igual cuando hablé con otro doctor del sistema de salud público para empaparme sobre el parto humanizado y el rol de las doulas. Qué prejuicios podría él tener al ver esta sociedad elitista de AMMEV hablar de injusticia de género, pero sin atender de forma directa el tema de injusticia económica en México. Otra normalidad más que hay que cuestionar, como muchas otras:
Que las mujeres son hormonales. Y que no se les puede estudiar por sus cambios cíclicos.
Que los hombres son misóginos.
Que los gobernantes son corruptos y cortoplacistas.
Que los empresarios son egoístas.
Que las doulas son mujeres lastimadas que se quieren vengar del sistema.
Que los académicos están en las nubes y no ven el mundo real.
Estos juicios incuestionados detienen el cambio sistémico.
Mi otro posible invitado es hombre. Si lo elijo a él, seríamos tres hombres y dos mujeres en el escenario hablando de mujeres. Otra ecuación no equitativa por la que seguro seré criticado.
Pero ese es justo el punto. Porque la justicia no es un tema de números, es un tema de posiciones. Así como hay hombres que se paran en su hombría, también existen los que se paran en su hartazgo de tener que pararse ahí. Así como hay mujeres que deciden acuerpar el arquetipo masculino capitalista e hipercompetitivo y luego les exigen a las demás mujeres que hagan lo mismo porque ellas ya lo sufrieron, también hay mujeres que están hartas de justificar su existencia y su profesión y su éxito desde el lente del género.
Por eso estoy invitando gente a este panel que no venga a defender una postura política y hacer un debate divisorio que jalaría muchos followers en Instagram para cada lado, sino a personas que con sus palabras, su vida, su profesión, donde ponen su dinero y su reputación, sostienen las complejidades del centro. Ahí donde todo se mezcla.
Es mucho más difícil hacer un panel que una conferencia de uno solo.
El mundo necesita más paneles y menos conferencias.
La dificultad de armar este panel es un espejo de la dificultad de nuestro sistema para tener conversaciones y acciones transdisciplinarias, transgénero y transectoriales.
Mi propia resistencia, y las razones que me doy para no hacer este panel, son justo las razones por las que debo hacerlo. Se hace porque es incómodo, porque no se sabe muy bien cómo. Porque se tiene la esperanza de que así se aprende.
Deseo que eso sea el AMMEV. Deseo que así sea mi vida.
¿Podremos transmitir en el panel tanta complejidad?
¿Podrá nuestro sistema invitar la complejidad para desde ahí seguir proponiendo nuevos negocios, políticas públicas, y conversaciones personales que apunten hacia el desarrollo médico-científico más integral e integrador?
Nada está seguro. Pero ahí nos tendrán a cinco desconocidos danzando con esa posibilidad.
Te invito al próximo Congreso Internacional de Lifestyle Medicine.
Juntes estamos co-creando renacimientos para la comprensión de la salud y el bienestar.
Tu escucha, tu presencia y tu voz no son parte del movimiento. Son el movimiento mismo.
Nos vemos el 22 de junio en la CDMX.