El partido de mi vida_
Querido entrenador, queridos compañeros:
Aprovecho que vamos en el camión camino al juego para decirles que este año no vendré a los partidos ni a los entrenamientos. Mi esposa, mis hijas y yo nos vamos a ir a vivir un año fuera de México y este año, otro año más, estaré medio ausente del equipo.
Como siempre, quiero agradecerles por darme mi lugar. Sé que no he sido el más constante y desde que me salí del equipo en el año 2000, solo he jugado, tirado penaltis y pedido permisos al entrenador en mis sueños. Y cada vez que mi subconsciente lo decide, ustedes siempre me dejan venir a los entrenamientos y partidos, aunque ustedes nunca faltan.
Después de tantos años, Eduardo sigue defendiendo su posición como defensa central, llega temprano, se va tarde, de verdad se ha vuelto un gran líder. A Isaac le sale todo bien. En la cancha y con las viejas. Siempre me ha dado un poco de envidia. Pero lo admiro porque no es tan presumido. Jaime es más presumido. Pero mete golazos y también las viejas lo quieren porque es guapo como Isaac. Qué chistoso que nunca ha habido tanta rivalidad entre ellos. Como que se complementan: uno por la izquierda otro por la derecha, han sido dos ejes muy fuertes en este equipo. Dos referencias emocionales permanentes de mi vida interior.
Agradezco a los que me han hecho compañía en los tantos años que pasé en la banca. Esa sensación de esperar mi momento para entrar, viendo el reloj avanzar y sabiendo que cada minuto que pasa reduce mis probabilidades. Me siento en la línea lateral, a un metro de distancia del verdadero juego y sigo aprendiendo a estar ahí. A veces por faltar a los entrenamientos, a veces, porque cuando me dieron el chance no traje los resultados, no corrí lo suficiente, se me pasó esa barrida, o se me pasó esa bola que me pusieron facilita para meter y yo chuté al infinito opuesto. La sensación de insuficiencia me huele a cal, ese polvo que me separa del verdadero juego. Ahora dudo si volver a presentarme al siguiente entrenamiento. El futbolista y el exfutbolista siempre estamos danzando con la vergüenza.
¿Se acuerdan del golazo que metí en la USA CUP de Minnesota? A mí nunca se me va olvidar. Fue uno de los grandes días de mi vida. En el primer partido empecé en la banca con ese ardor de saber qué hacía pocas semanas yo era titular, pero mis padres me llevaron de vacaciones mientras todo el equipo se quedó en el depor en la concertación, y al volver, Rafa había tomado mi lugar. Llegamos a Minnesota y Pablo me dejó en la banca. Pero cuando entré en el segundo tiempo jugué con toda mi alma, tenía 12 años, mi alma de guerrero era grande, y aunque perdimos 8 a 1, Pablo vio mi luz, y al siguiente juego - el del golazo-, lo empecé de capitán y metí el primero de los 4 para ganar 4 a 0.
La sensación de ver esa pelota entrar en el ángulo superior derecho, no es la de un milagro, es la de tener la certeza, desde el empeine derecho del pie hasta la coronilla de mi cabeza, de que los sueños se pueden lograr con esfuerzo y dedicación, pero más que nada, se logran cuando uno entrega el alma a algo que quiere como si lo necesitara para sobrevivir.
Las cosas se logran cuando uno hace algo como si no tuviera nada que perder, porque su vida la empezó en la banca y arriesga un infarto al corazón al perseguir a un delantero contrario para quitarle el balón. Yo no vi los ojos de Pablo cuando perseguí a ese jugador en el primer partido al que solo entré los últimos 10 minutos, pero sentí sus ojos en mi espalda, y en ese momento, él vio la espalda de su nuevo capitán.
Por eso tengo una relación conflictiva contigo, Pablo. Mi entrenador de toda la vida. En vigilia y más allá. El que me alineó y después me desalineó haciéndome sentir que no era suficiente. Te faltaron algunas palabras de motivación, de decirme que la decepción y la pérdida eran parte del proceso. Cómo me hubiera servido que a los 15, cuando me salí del equipo con el pretexto de entrar a los bailes, me hubieras llamado a casa para decirme que volviera, que tenía potencial, que no huyera, que me extrañabas.
Que la cancha me extrañaba.
Pero hoy veo que sí lo hiciste. Me despierto de este sueño 25 años después en una cama extraña y la certeza que va del empeine a la coronilla me muestra cómo te has quedado en mi subconsciente. Apareces cada vez que hay un gran cambio en mi vida: la universidad, la boda, los hijos, las mudanzas. Me recuerdas que tengo elección. Me recuerdas que esa línea de cal es franqueable, y, con tu mirada dura y seria, también me recuerdas que soy merecedor y que siempre se trata de entregar mi alma a este presente para poder dar el partido de mi vida.