Father & Son

Hay un video en YouTube que subí hace mucho tiempo y que registra un breve momento compartido en mi casa de infancia hace 26 años. Era la fiesta del cumpleaños 40 de mi papá y un cantante vino a entretener la velada.

Yo no solo subí el video sino que también lo filmé en una pequeña Video 8. Anticipando lo que todos los niños algún día iban a poder hacer en todo momento, me la pasé jugando haciendo Zoom In y Zoom Out en las caras y expresiones de las personas que vinieron a festejar: mis abuelos, tíos, primos, vecinos, amigos.

Los únicos retratos que quedan de esa noche son algunas fotos amarillentas en el álbum familiar y un clip de cuatro minutos en el que toda mi familia paterna canta Father & Son de Cat Stevens. No sé cuántos de los sujetos que aparecen en el video cantando se daban cuenta de lo sublime que era ese momento, o más bien, de lo sublime que iba a parecer a las personas que tengan acceso a esta videomemoria 26 y 260 años después. Por suerte estaba esa cámara ahí, porque, aunque nuestra memoria emocional guarda esos instantes, la memoria gráfica la fortalece y nos ayuda a regresar a casa.

Mi padre carga a mi hermana de tres años mientras abraza a su padre quien moriría siete años después. A su lado está su esposa, mi abuela, medio ansiosa por regresar a su mesa y prender su cigarro, mientras que mi otro abuelo que no se sabía la canción en inglés ahí estaba también. Parado junto a los suyos, 14 años antes de morir.

It´s not time to make a change, just relax, take it easy, canta Stevens. Pero ese It´s not time, Yes, it is time. Cierras los ojos y 26 años pasan, los cierro ahora y están pasando otros 26 más. Como quien recuerda su futuro. 

Vemos este video y vemos las vidas no vividas. Los matrimonios no consumados, los que aún no se han casado, aquellos para los que su matrimonio ha sido el pedazo de vida donde más vidas se han vivido, y siguen ahí.

Cierras los ojos y ves nítidamente el momento preciso cuando te llamaron a casa, o a tu celular, para decirte que te fueras corriendo al hospital porque alguien ha tenido un accidente o un episodio y nadie sabe lo que va a pasar. Ponte unos pants y vente ya. Retumba en mi oído.

A los diez años me apantallaba que mis padres se supieran la letra entera de una canción en inglés. A mis 36 me apantalla la posibilidad de que la demencia se las haga olvidar.

En 26 años todas las familias han pasado más de una vez perpetuas horas en diversas salas de hospital esperando a que el médico salga o desgastadores días esperando el resultado del PET. Así serán los 26 años siguientes. Y los siguientes.

I know that it's not easy
To be calm when you've found something going on.

En 26 años hemos compartido funerales, nacimientos y también cumpleaños, como este, que le celebro a mi papá 26 años después, recordando sus 40 a los que ambos nos acercamos hoy cuando vemos este video.

En 26 años vemos los que se fueron a vivir lejos del país, por estudios, por trabajo, y los que regresaron. También los que no sabemos si van a regresar. Nos juntamos para las fiestas, las bodas, el año nuevo y compartimos el pan. Y platicamos lo que siempre platicamos y la comida es tan rica y predecible como siempre.

Nunca te arrepientes de estar cerca de tu sangre ni de recordar que hubo un tiempo en que tu tía abuela se sentaba contigo bajo la mesa e imaginaban mundos. Y ahora te toca a ti hacerlo. Sentarte con tu hijo o con tu nieta y contarle historias de familias viajeras que cantan a sus hijos mientras se agachan para no pegarse en la cabeza.

Y les toca a esos hijos cantar contigo, imaginarse que esa mesa familiar es el orden natural de las cosas, y que, sin que nadie les avise, esa mesa desaparecerá, esa casa se venderá, esta canción se olvidará y en el futuro recordarán su pasado, lleno de futuro.

How can I try to explain?
When I do he turns away again
It's always been the same, same old story

Siempre la misma historia. Júbilo, nostalgia, lágrimas, unión. Una vez vi un video de mis padres recitando la bendición a los hijos a las pocas horas de yo haber asomado mi cabeza en el hospital inglés. Poderosa experiencia. Saber que tus padres te desearon y les apareciste y te bendijeron. Y te siguen bendiciendo aunque estés lejos. Y tú a ellos.

Recuerdo cuando uno de los abuelos de la familia recibió a su primera bisnieta y el mismo día le dijeron que su esposa tal vez tenía Alzheimer. Algún día olvidaré esto y él también.

All the times that I've cried
Keeping all the things I knew inside
It's hard, but it's harder to ignore it

Muerte, nacimiento, re-nacimiento. Baile, juego, chistes. Las bromas internas. La forma peculiar de pronunciar ciertas palabras, de darse un beso a la hora de despedirse después de la comida del domingo, las manías que descubres en los viajes con la familia extendida, sus políticas de cuanta propina dar a los meseros y viene-vienes, y cómo tratar a los niños indigentes que vienen a pedir limosna cuando salimos a comer.

En el video mi hermana tiene la edad de mi hija pequeña. No puedo detener las lágrimas ahora que se los enseño a mis hijas. Yo no sabía que iba a llorar cuando me senté a mostrárselos, pero no pude contenerme. No puedo contener esta vida de pérdida y amor. No puedo con-tener (meter en un contenedor) la expansión-desolación que siento. Y tampoco puedo explicárselo a mis niñas. Mis lágrimas la hacen hoy de explicación porque en 26 años ellas también lo entenderán. Aunque tampoco sabrán explicarlo.

Lo entenderán cuando hayan visto que cantar Father & Son con tu familia no es una situación cualquiera. Cuando sepan que a sus padres no les emociona igual que a ellas cumplir años. Cuando sepan que se pasarán horas en su celular buscando videomemorias, buscando los tiempos perdidos. No por haberlos desperdiciado, no porque se perdieron en su camino, sino porque no hay forma de ver hacia atrás y no sentir algo que no se puede explicar. Solo queda ver esos videos, escuchar las melodías y llorar en nuestra infinita soledad.

Por eso Stevens dice que todos seguiremos aquí mañana pero tal vez nuestros sueños no.

Eso es lo que se llora. Que aquí seguimos, pero los sueños se han quedado bajo la mesa, esperando a que nuestros hijos los encuentren, los hagan suyos y regresen 26 años después a contárselo al que sea que siga aquí. Siempre bajo una mesa diferente, que siempre es la misma también.

Recuerdo el día que fui a ver Big Fish al cine con mis amigos. Tenía 17 años y lloré profusa pero silenciosamente en la última butaca de la sala 13 de Cinépolis Interlomas. Sobre todo en la última escena cuando el hijo por fin comprende que las historias ficticias del padre son verdaderas. Y es el hijo quien le cuenta a su padre la manera ficticia en la que morirá y cómo su historia seguirá siendo contada por los personajes fantásticos que han acompañado su nomadismo. Al terminar la película, y esto no lo invento, mandé un SMS a mi padre: Te quiero mucho. ¿Y quién estaba en esa misma sala viendo esa misma película? Era él. Se levantaba de su butaca unas filas más adelante y supe con certeza, la que se siente como absoluta de forma que solo la mezcla de la realidad y la ficción pueden hacer, que mi padre siempre estará aquí. En la misma sala de cine y bajo la misma mesa, donde se inventan historias. Y se vive. Y se pierde. Y se ama.

---

Yo no salgo en ese video familiar, pero son mis ojos los que ven detrás de esa cámara. Espero poder seguir filmando mucho tiempo más. Aunque en mi siguiente cumpleaños no tomaré la cámara. Yo cantaré Father & Son sabiendo que una de mis hijas estará jugando a hacer Zoom In y Zoom Out.

Victor Saadia