Defecar en la tumba de alguien_

 
 

Alejandro Jodorowsky ha sido siempre para mi una figura que está en el background. Tengo una vaga consciencia de su apellido, de su trabajo, pero nunca lo he leído, ni visto sus obras, ni escuchado un podcast donde lo entrevisten.

Recientemente me topé con su concepto de “Psicomagia”. Primero como parte de la investigación que hice para el podcast que grabé con Santiago Pando. En algunos medios leí que Santiago dirigió la campaña de publicidad para la presidencia de Vicente Fox con principios de la psicomagia.

Cuando una palabra o concepto entra en tu radar de consciencia, es más probable que repares en ellos la próxima vez que te los topes. Como me sucedió en una librería hace algunos domingos. “De la Psicomagia al Psicotrance”. Lo hojeé. Me causó una mezcla de rechazo con morbosidad, costaba $350 pesos y ya tenía otros libros para leer en vacaciones. Pero esa semana, un tanto por casualidad, regresé a la misma librería y lo compré. Al ser un libro de cartas cortas, me dije, es perfecto para el baño. Dos o tres páginas son el tiempo perfecto para entretenerme mientras evacúo. Mucho mejor que echarme 87 Stories de Instagram.  

Pero esto no tiene nada que ver con el título de este ensayo. Que lo haya comprado para leer mientras defeco no es a lo que Jodorowsky se refiere cuando le pide a uno de sus pacientes ir a defecar a la tumba de alguien. En ese caso, un paciente que no había podido expresar toda su rabia a una persona ya fallecida. (pag. 13)

Este tipo de actos, son actos psicomágicos. Actos simbólicos para sanar, exorcizar o integrar una fuerte emoción, un trauma, una enfermedad o un condicionamiento de mucho tiempo.

Con todos sus años de experiencia clínica, Jodorowsky sabe que si un paciente se da cuenta de que tiene un trauma, esto no implica solucionarlo. Nuestro inconsciente nos ha cubierto con una cáscara hecha de lo que nos perturba: fracasos, rechazos, miedos, culpas, inferioridades, insatisfacciones, odios, envidias y angustia de morir. Y muchas veces, no podemos racionalizarnos fuera de ellos.

Salvador Dalí quería traer los sueños a la realidad. Jodorowsky sigue el camino contrario: “No se le puede enseñar al inconsciente a hablar el lenguaje de la realidad. Hay que enseñarle a la razón a hablar el lenguaje de los sueños”.

Yo así lo creo también. Somos más sueños y símbolos que nuestra comprensión lineal y unicapa de nuestra vida.

Por eso, cada vez tiene más sentido para mí que si eres un eyaculador precoz que se viene en 20 segundos, hacer un acto psicomágico donde te tengas que venir en 10 segundos teniendo a tu pareja gritándote groserías, puede ayudar a revertir el trauma y el condicionamiento de tantos años. (pag. 12) O que si una mujer sigue anclada a la culpa del deseo incestuoso, hurte en la ropa sucia de su padre y vista con ella a su amante para hacerle el amor. (p. 12) O, en otro caso similar, si tu marido te trata como si fuera su madre (tu suegra), hay que hacer lo mismo: vístete con la ropa de tu suegra y haz el amor con tu esposo. (p. 90)

¿Te imaginas esto? ¿Decirle a tu marido que fuiste a ver a un psicólogo y esto fue lo que te recetó?
Yo creo que, tan solo contárselo, platicar de esto, tiene un efecto terapéutico enorme al visibilizar directamente una dinámica de pareja que lleva sucediendo desde el noviazgo.  
Si lo único que esta pareja hace es hablar de la tendencia del marido de tratar a su esposa como a su madre, tan solo las palabras los llevarán a un mayor nivel de profundad en la relación. Ahora imagínate realmente hacerlo: ponerte las bragas de tu suegra y que tu esposo te coja.
Que liberador sería al terminar, bañarte, bañarse juntos, y dejar atrás a la madre para ahora coger y vivir con la esposa de verdad.

No se me hace descabellado. Al contrario, es un acto que muestra las verdaderas ganas de querer sanar. Porque tener fe en que un acto así sea sanador, es parte de la sanación. Solo se puede curar aquel que quiere ser curado.

Además, dice Jodorowsky, “en un acto de psicomagia, el sanador no tiene que ponerse límites en la sanación”. Y yo creo que esto aplica para cualquier tipo de sanación, controvertido o no. ¿Por qué poner límites? ¿No es la verdadera sanación la que sana el cuerpo intelectual, el emocional, el sexual y el corporal al mismo tiempo? ¿Por qué solo aplacar los síntomas, bajar la glucosa en sangre, bajar unos kilos, y no transformarse en una nueva persona por completo?

Me encanta porque en la psicomagia se parte de la base de que el paciente debe ser su propio sanador. La persona siempre es la que se cura por sí misma.

Si en nuestra infancia padecemos un abuso, en lugar de crecer normalmente quedamos presos en la edad en que aquello sucedió. Víctimas de un recuerdo que nos martiriza, o que, sin saber por qué, nos culpabiliza toda la vida y lo ocultamos bajo un falso olvido. Intelectualmente nos comportamos como adultos, pero emocionalmente seguimos siendo niños. Por eso al niño que eres y que está leyendo este ensayo no le importa tanto cuando hablo de caca y de defecar y de coger, mientras que el adulto en ti se retuerce con un poco de vergüenza como si la realidad del adulto de verdad trascendiera estas características humanas.

Y también por eso, según la terapia psicomágica, cuanto más grande sea el problema, más difícil debería ser el acto a realizar para superarlo. Hacer de la neurosis nuestra aliada nos permite encontrar la solución. “El teatro es real para el inconsciente.” (p. 14)

Por eso estos actos siempre parecen ser los más locos y los más razonables al mismo tiempo.

Si alguien tiene deseo de matar al padre, que no busque ahogar esa pulsión, pero que se de la oportunidad de vivirla metafóricamente: que consiga un gallo, lo degolle, lo cocine y se lo coma en compañía de sus amigos. La rabia desaparecerá. (p. 22)

Una vez fui al cumpleaños de un amigo que nos invitó a celebrarlo a la casa de sus padres de humildes orígenes. Esa casa, que por tanto tiempo le dio vergüenza y lo hacía sentir de menos con amigos y colegas de su corporativo transnacional. Ahí, antes de soplar las velas y enfrente de todos sus invitados, nos explicó la razón de haber escogido ese lugar y abrazó a sus padres, su colonia, su apellido. No creo que mi amigo se haya vuelto a sentir de la misma forma.

¿Te duele cuando te baja cada 28 días? Según Jodorowsky son sufrimientos por tener una feminidad rechazada. El recomienda que utilices tu sangre menstrual como herramienta de creatividad y placer, y hagas con ella un autorretrato. (p. 13)

¿Vives del dinero de tu familia y no consigues ganarlo por ti misma? Ve al cementerio y deja unos billetes sobre la tumba de tus abuelos con una nota: “Ya no necesito su dinero, me puedo ganar el mío”. (p. 111)

A causa de nuestros traumas y condicionamientos no explorados, no vivimos como lo que realmente somos, sino como lo que creemos que somos. Un acto de esta naturaleza modifica nuestras creencias y, por lo tanto, modifica lo que somos.

A una joven cuya familia se reunía cada mes para comer, la llamaban loro cada vez que hablaba. Jodorowsky le pidió que, en la siguiente comida, se presentara delante de todos disfrazada de loro. Este acto liberador, consistente en exteriorizar las descripciones que sufrimos haciéndolas visibles a los autores, causó una conmoción en su familia. (p. 14)

En un caso de violencia verbal crónica de madre a hija, la hija que quiere perdonar a la madre y la madre que quiere concientizar esta costumbre que tiene desde siempre, deciden besarse en la boca con un poco de miel. No es un acto sexual, o sí lo es, pero no es lésbico ni incestuoso, es simbólico de la sanación que tanto se quiere. Y tanto se puede lograr. (p. 190)

Un acto así puede ayudar a nuestro cerebro, nuestro corazón, nuestro sexo, a nuestro conjunto de células, a convencerse de que la realidad es nuestra.
Recordarnos que todas las imágenes de nosotros mismos son tan falsas o tan verdaderas como nosotros le demos crédito.

A una paciente seropositiva que no se aceptaba, Jodorowsky le hizo ponerse una estrella en la ropa que decía “soy seropositiva” y la hizo caminar así por toda la ciudad por una semana o hasta que se sintiera bien. Y así fue. Todos tenemos que sacar nuestra etiqueta y colgarla sobre nuestro pecho, primero con un miedo de muerte y poco a poco con mayor grado de orgullo. (p. 192)

¿Cuántas de nuestras diabetes, obesidades, depresiones, psoriasis, se agravan porque aún no las hemos aceptado? ¿No debemos primero adueñarnos de nuestra identidad para después poder cambiarla? Cada vez me convence más que tanto la enfermedad mental como la enfermedad física, que son lo mismo, son en gran parte, un tema de vergüenza, de estar dentro del closet, de no poderle decir al mundo: “así soy” o, al menos, “esto he sido hasta ahora”.

Por eso Jodorowsky a veces lo hace al revés: da un consejo tan difícil, que roza en lo imposible, para que el paciente prefiera aceptarse tal cual es. A un hombre que rechazaba su calvicie le sugirió un remedio infalible para que le creciera el cabello: untarse la cabeza con un kilo de excremento de rata. La terapia condujo no a que le volviera a crecer el cabello, sino a la aceptación de su calvicie. (p. 21)

Somos habitantes del futuro. Tal vez una de las definiciones de enfermedad puede ser: quien vive únicamente en el pasado. (Aunque Jodorowsky no deja que olvidemos que una definición nunca define el total de lo que se quiere comprender).

Voltea a ver las arrugas de tu padre. ¿Qué esconden? ¿Qué esconden esos ojos cansados? ¿Esa espalda doblada? ¿Esa tos crónica?
¿Su parto fue bueno? ¿Ausencia de padre? ¿Madre dominante? ¿Niño menospreciado? ¿Vacío emocional? ¿Presión para triunfar? ¿Narcisismo o megalomanía?

Voltea a ver a tus amigos. Míralos de cerca. ¿Cuántos amores les rompieron el corazón y ahora lo han cerrado para siempre? ¿Qué enfermedades les quitó a los suyos y ahora viven bajo el yugo de la hipocondría y la paranoia?

Mira a tus abuelos o tus primos, ¿con qué historias de carencia se van a la cama? ¿Qué pensamientos recurrentes tienen? ¿Con que sueñan todas las noches sabiendo que sus vidas ya no están alineadas para que esos sueños se vuelvan realidad?

Estamos vivos y no vivos. En piloto automático. Entre fantasías y pesadillas de las que no hablamos pero que rigen nuestras elecciones, conversaciones, planes o no planes de futuro.

Ahora mírate en el espejo. El de verdad. Ve a la persona que se ve ahí y automáticamente odia sus lonjas, sus chichis, sus arrugas, su pene, sus canas.
El que sutilmente odia su cuenta bancaria, su casa, su apellido, su trabajo, su tono de piel, su preferencia sexual, su cobardía. ¿Qué acto simbólico puedes hacer para re-enamorarte, no, no es un re-enamoramiento, es un enamoramiento por primera vez de tu propio cuerpo, de tu propia historia, de tu propia alma? 

Hazlo ya. Unta tu cuerpo con miel. Píntalo con símbolos. Bésalo.
Reserva una noche de hotel para ti sola, acuéstate en la cama blanca, desnuda, con tu playlist, y dedica una tarde a amarte al desnudo, a pedirte perdón por los excesos, a pedirte perdón por los caminos no tomados. A pedirte perdón como un acto de auto-creación.

Tiéndete en el suelo y juega a estar muerto.

Ve a tu nacimiento. Acurrúcate envuelto en sábanas calientes y húmedas. ¿Qué cosas te quisieras susurrar mientras esperas nacer? ¿Qué cosas les susurrarías a tus propios hijos si volvieran a nacer frente a ti?

O ve un rato con tus muertos al cementerio o con los que en tu corazón ya enterraste pero que siguen caminando en la periferia de tu vida. ¿Qué hay debajo de esa insensibilidad? ¿Qué hay debajo de esa violencia? ¿Esas ganas de control? ¿Esa indiferencia? ¿Esa forma tan característica de ellos para evadir las conversaciones difíciles? ¿De qué forma puedes darles y darte un regalo? 

Utiliza la magia de saberte una persona hecha de símbolos y abandona el personaje con el que te presentas en la vida diaria. “Entrégate a la vida sin saber lo que eres. Sé libre de imaginar lo atroz, sé libre de imaginar lo sublime.” (p. 314)

El mundo simbólico es nuestro hogar, no dejemos pasar más tiempo sin percibir la energía silenciosa que se acumula bajo nuestros pensamientos. (p. 319)

Penetra en el ombligo de tu existencia y escarba en su fondo el recuerdo más antiguo: cuando el cordón umbilical vertía en ti la misma energía que nutre al universo:
ese cordón sigue conectado.

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Jodorowsky, A. 2023. De la psicomagia al psicotranse. Grijalbo.

Victor Saadia